Tuesday, July 29, 2008

Reseña sobre "Muletología" en Plebella



MULETOLOGÍA
Juan Salzano
Bs.As. Tsé Tsé, 2006

Por Romina Freschi
Aparecida en Revista Plebella Nro. 12 – Diciembre 2007.


Bajo la apariencia de una teoría de las muletas y sobre la construcción inapelable de la muletología reluce una teoría del simulacro como solo puede relucir una teoría: puesta en práctica o en prácticas. ¡Manos a la obra! ¡Manos en la masa! La cosa, teórica o prácticamente, depende menos de sí misma que de aquellos soportes que usa, sin inhibición o con inhibiciones alternativas, para cubrir, apoyar, mentir, como una piel, una mácula, una túnica o una adiposidad, la realidad de la ilusión.


“hay algo que por su gracia
vuelve túnica el faldón, báculo
el innecesario bastón
la negación del primer lamparón alado
embuste del resurrecto sombrero
no es pastilla ni esencia totémica
si el dulce son de mi pegajoso juguete
se procura invisible rama de enlodado horizonte
me quedo con mi parte de misterio
y reparto las monedas que sobran a mis lacayos”


dice Xeno Numantis, en el epígrafe con el que inicia o saluda todo el libro. Y en esta declaración la gracia y el embuste, como el misterio y el juego, son los límites de un reino. Reino de un rey mago, científico loco, Dr. Vaho, perro, el Babuino, cibernauta, estrella principal del cabaret, deshuesado, Xeno, Juan, burro, Antena, etecé, etecé, etecé.


El inicio es un cachorro huesudo, un devenir perro que antecede la bufonada general del devenir sin límites y en constante redistribución: la muleta que muta: el deshuesamiento osado: máquina conectiva deleuziana:


“Los fragmentos desérticos se han metamorfoseado y redistribuido una y otra vez. Se han vuelto indiscernibles del desierto del cual son partes. Pero al provocar nuestra fascinación, nos han enseñado la fractura eterna. El rebalse de su mancha, de su embuste. La inconmensurable herida no es la carencia de una continuidad o conexión plena, no es una negatividad dolorosa que presupone una unidad originaria. Es la espectralidad excesiva del hueso, el fantasma muletológico de su desierto. La diosa Muleta sólo existe a través de la visibilidad de sus hijos vertebrales. Es la invisibilidad que los rebasa, el movimiento de sus dunas.”


En este libro esperpéntico, “osar” es una clave. El lector puede optar: hacerse el oso, cubrirse con una piel (de asno también), o mostrar el hueso, como la hilacha, dejar que asome, arriesgarse, atreverse, traspasar la piel, deshuesarse y transformarse, estrella del cabaret, de la película, del mismo libro. “Y recordando que la escritura no cesa hasta que usted deja la lectura, me permito abandonarla inconclusa”.


Muletología tiene dos partes: un manual abreviado de muletología, tratado dieciochesco que combina la narrativa con la literatura médica, la filosofía con el stand up comedy, más El deshuesado, serie de poemas, a juzgar sobre todo por el tratamiento del espacio, pero en donde conviven las mismas resonancias. Una tercera lo constituye el apéndice Ocho cartas muletológicas, por María La Marr y Tulia Tormenta, comentaristas a tono, para este radioteatro de Ciencia y Poesía, (Poesía actual, sobre todo) entre otras estrellas invitadas a la alfombra roja de la intelectualidad.


Más allá de clasificaciones muletantes, no hay modo de quedarse afuera de esta escritura aunque todo el tiempo expulse e impulse a roer los propios huesos. La contorsión que propone es una montaña rusa, estrella del parque de diversiones, un masaje intensivo, de un quiropráctico acróbata, exorcista endemoniado, hace que giremos la cabeza 360 grados, como Linda Blair y persigamos, como perros felices, nuestra propia cola de, parafraseando a Perlongher, vía Emiliano Bustos, pichichos fuera de sí.


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